31 de maig 2011

De la imagen prudente a la positiva






La campaña electoral catalana ya está a punto de llegar al final. Los partidos ya preparan sus grandes actos multitudinarios finales con la esperanza de motivar a algún votante que todavía dude sobre si votar o no, y en caso de hacerlo, a qué formación.

La campaña de CiU ha estado muy ajustada al objetivo real de la federación nacionalista para esta campaña: no cometer errores. La campaña de promoción del propio proyecto ha durado cuatro años, en un marco de paulatino pero constante desgaste del gobierno tripartito. De hecho, la percepción generalizada sobre la conveniencia de un cambio en el gobierno de la Generalitat no se ha debido tanto a los méritos de la oposición de CiU (salpicada por casuísticas incómodas como el Caso Palau) como a la negativa imagen que el Gobierno ha transmitido a su electorado: desunión entre los socios de gobierno, ausencia de liderazgo, incapacidad de influencia, ineficacia de gestión y un largo etcétera que han marcado para el PSC y ERC un largo vía crucis. En esta disyuntiva, Artur Mas ha jugado el papel del candidato prudente, ajeno a la euforia de sus propias filas, manteniendo un rictus respetuoso pero seguro de sí mismo y de las propias propuestas. Ha sabido hacer girar la campaña entorno a sí mismo, desbancando al president Montilla del papel de actor principal de la campaña. Un dato sintomático que ilustra esta idea: Artur Mas ha sido el candidato que más propuestas de acuerdo ha recibido del resto de partidos.

La campaña del PSC ha estado marcada especialmente por los chocantes vídeos realizados, la presencia de cargos del PSOE cada día de la campaña y, obviamente, la figura de Montilla. El PSC ha hecho malabarismos: ante el descrédito del tripartito hizo público su deseo de no repetir esa fórmula (a pesar de ser su única posibilidad real de poder repetir mandato); ha procurado hacer un discurso basado en la justicia social al mismo tiempo que daba protagonismo a sus compañeros del PSOE enfrascados en una reforma laboral y de pensiones inexplicable desde la óptica de la justicia social; y ha visto cómo Montilla ha intentado desarrollar su imagen de hombre normal.

Una ERC temerosa del factor Solidaritat y Reagrupament ha intentado salvar los muebles en la medida de lo posible. Su llamada al voto para evitar que el PP sea la tercera fuerza del país dice mucho de los objetivos marcados para la campaña. Las expectativas no son buenas, y ante la posible perdida de peso, ERC piensa más en unos resultados que no provoquen unas luchas intestinas que puedan lacrarla ante las municipales del año que viene.

PP y Ciutadans compiten por el mismo mercado. Los primeros, temerosos también del factor Anglada y su proyecto de Plataforma per Catalunya (impactante la imagen de un skin entre el público con un tatuaje que decía White Power) han endurecido su mensaje sobre la inmigración. Ciutadans, que comenzó la legislatura con tres escaños y la acabó con uno, intentará sobrevivir con el único mensaje de protección del castellano.

En general, considero que hemos sido testigos de una campaña bastante limpia. El debate ha sido más sobre propuestas que sobre actuaciones, y gracias a ello, no hemos caído en personalismos que en nada ayudan. La abstención se prevé importante. De hecho, uno de los grandes desafíos del nuevo gobierno será volver a crear, poco a poco, una imagen más positiva de la política.

DEIA publikatutako artikulua. 2010/11/27

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